viernes, 5 de noviembre de 2010

VENECIA. THE END

Queridos y fervientes lectores. Se que habéis sufrido mi ausencia en silencio. Como los dolores en el bajo vientre que se sufren, pero se disimulan porque queda mal decirlo. Vuelvo a sacar mi tono gacetillero que es el que engancha y el que me es bien fácil de sacar del teclado. A partir de ahora, como mis amigos los calamares de Matamanoa, voy a explicar mis vivencias al revés. Es decir, primero lo más reciente. Nunca pensé que me influenciarian tanto unos calamares frescos y vivos.


La razón primordial es que he perdido mi Mackbook en el transfer del T1 al T3 de Heathrow en London. Estoy en proceso de recuperación. Pero las crónicas de Sydney, HongKong y Thailand estan escritas en el Mac y espero a recuperarlo para publicarlas. Porque si las escribo ahora, perderían la frescura del momento.

A modo de resumen, volví el 7 de Septiembre a Barcelona y después me fuí a Sagra (Alicante) a visitar a mi amiga Annie. Acordamos ir a Paris juntos y de ahí veríamos hacia donde... La idea original era ir a la India, Egipto quizá. Pero finalmente, por razones mayores, nos quedamos en Francia. Y que acierto!

Alquilé mi casa de Parets a una pareja de investigadores de la universidad. Parecen buenos chicos. Espero que cuiden mi casa, pues ahí he dejado muy buenos recuerdos y una parte muy importante de mi vida. Los treinta-y-tantos los viví en esa casa.

Ahora estoy viviendo en casa de Maxito. Estoy ubicado en Barcelona en pleno Eixample, muy céntrico. Mi amigo tiene la gran deferencia y amabilidad de prestarme hasta Diciembre un apartamento dentro de su casa. Maxito es generoso y buen anfitrión donde los haya. En la línea de Brenda, Murray y Philip. Vuelvo a agradecer mi inmensa suerte de tener tan buenos amigos que me ayudan en todo. Además, Alfredito me ha dejado su A-moto. Soy el rey de Barcelona A-patrullando la ciudad.

Nuestro querido Maxito ha hecho 30 (+20) años y nos hemos ido a celebrarlo a Venecia. Familia y amigos unidos y pasándolo bomba en Venecia.


Solo conocía Venecia de una visita en un día. Por lo tanto, no conocía el lugar. Seguro que es un sitio para ir a enamorarte... o a desenamorarte. Pero cuando vas a Venecia no puedes volver con el mismo nivel de amor que con el que entraste. Tanta belleza junta no se puede soportar si no tienes unos ojos a quien mirar. (Me vuelve a salir la vena romántica tontorrona... porqué será...?)

Todos esos palacios, góndolas, lámparas de murano, los puentes, el sole miiiiooooooo, la picolísima serenata, Rafaella Carrá, la Piazza San Marco, el puente de los suspiros, los gondoleros, el vaporetto que no tiene humo, la Biennal, .... y todo en perfecta conjunción estética y plástica para que la vista se derrita en cada detalle, en cada rincón o en el conjunto de una ciudad imposible en un sitio imposible con una belleza posible, porque se te incrusta hasta el fondo de la retina para quedarse grabada, como un negativo. Y luego ves otras cosas y sin querer las contrastas con la belleza de Venecia y ya eres, para siempre, otro enamorado de esta ciudad.

Si vas en buena compañía es todavía mejor. También tiene su lado romántico pasear solo por los canales a la noche. La iluminación es tenue (gran acierto) y te transporta a otra época muy fácilmente. No hay nada como la sugerencia visual de unas sombras y el run-rún del agua chocando en pequeñas olas contra algo.



También diré que no soporto el rollo de las máscaras de 'fantasía' que inundan la ciudad. El tema de las máscaras es una cosa que me produce gran rechazo. Tendría que analizar el porqué. No me gustan en ninguna de las formas y siempre me producen un efecto desagradable.

La familia de Max venía de muy lejos. Resulta que la familia le contó a dos sobrinas de 5 y 8 años que iban a ir a un palacio (el hotel) donde había un príncipe (o sea yo). Max alquiló un traje de príncipe tipo Walt Disney justo de mi talla. Y me convenció para ser el príncipe del palacio. Total que cuando llegaron, yo me asomé al balcón del hall del hotel y empecé a saludar a todo el mundo girando la mano como lo hace la Reina Sofía de España. El estupor de la audiencia así como la cara de las niñas me engrandeció y me metí de lleno en el papel. Bajé las escaleras muy despacio, levantando la cara y mirando al pueblo desde arriba hacia abajo. Dejé que me besaran las manos y me hicieran reverencias. Después hice una genuflexión con mucho boato, bombo y platillo y les dije a las niñas: " Princese, benvenute al meo Palazzo". Desde entonces soy el príncipe.



Al preguntarle a la mayor (una vez disfrazado de Pep) si se había creído lo del príncipe me dijo con tremendo desparpajo: "Era evidente que no. Primero ya te conocia y con esa peluca tonta la cara no te cambia, segundo los príncipes no tienen botas de agua y tercero se te notaban los calozoncillos debajo de esa malla atada con un cinturón ridículo". Una de las pocas veces en mi vida que me quedé sin habla.

Aquí podeis ver el detalle de las mallas, las botas de agua y la peluca arriba:



Pues celebramos el cumple con mucho amor y mucha alegría. Y me hicieron sentir como de la familia. Así que otra vez me sentí como un perro adoptado. Tendría que estar acostumbrado a esta sensación, porque en el fondo es muy agradable sentirse adoptado. Y perro también.

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