viernes, 5 de noviembre de 2010

HONG KONG

HK es demasiado para los simples mortales. Hay que pertenecer a Marte para poder entender esta ciudad.

Llegué muy temprano a HK procedente de Melbourne. Había organizado un shuttle bus en el hotel que me alojaba, por lo tanto, como un borreguito siguiendo a todos y esperando mi turno. El día era gris y lluvioso. No pude apreciar la ciudad debido a la neblina de que produce la lluvia.

Llego al hotel, muy confortable con buen servicio y muy amables. El dia anterior había recibido un mail explicando que el tiempo era malo, que me aconsejaban un chubasquero pero que me proporcionarían un paraguas gratis. Buen servicio. Me ducho y decido descubrir HK caminando.



Me voy al Lady Market ya que está al lado del hotel. Como era de esperar, mucho chino en China. Calles repletas. Hordas de gente arriba y abajo. No hablan mucho entre ellos. Cada uno a su bola. Escupen en la calle con asiduidad. Con premeditación y alevosía recogen todo el material desechable de la garganta profunda, rugen como leones. Primero una inspiración profunda, luego una exhalación alrededor de las mucosas de la boca, nariz y laringe recogiendo los esputos hacia fuera y lanzándolos al suelo a una velocidad interesante y haciendo el máximo ruido posible. En vez de tirarlo lejos se apuntan a los pies. No se paran para hacerlo. Tienen tanta práctica que lo hacen mientras caminan con total normalidad. Me recuerda a la España del la posguerra.

Todo es excesivo. Los carteles inundan el centro de la calle. No se conforman con la fachada. Está todo lleno de tiendas de todo. Lo que más me sorprende es la cantidad de joyerías con oro y diamantes. Está plagado. Desde las más cutres a las más elegantes y sofisticadas. Me parece inaudito que haya tanta tienda de superlujo. ¿Y a que no sabéis quienes son los clientes de estas tiendas? Los asiáticos. Ni un occidental he visto en las tiendas. Los precios son exorbitantes. Yo no me puedo permitir ni entrar a respirar dentro de estas tiendas. Precios ridículamente caros. Y lleno de asiáticos. Ni un occidental. Los comunistas se han vuelto los mayores capitalistas. Los excesos prolongados se acaban pagando y convirtiendo exactamente en lo opuesto.



HK es un forúnculo capitalista
que le ha salido a la China comunista.

Paso por un mercadillo de los tradicionales y pienso: mira que bien. Veo un puesto de fruta con unas cerezas muy hermosas y rojas. Están a 50HK$ (unos 5€) el kilo. Pienso: bueno, son caras pero me como un puñado. Le pido al buen hombre que vendía que me diera un puñado. Calculo máximo 100gr. Me dice que son 40HK$. Yo le digo que eso no es posible. Como no me entiende le doy 10HK$ y que eso es lo que pienso pagar. Me dice que no: que 40HK$. Le digo que no quiero las cerezas y me devuelva mi dinero. El tipo muy arrogante me dice que no, que yo no le he dado nada. Todo muy desagradable. El tio se da la vuelta y se pone detrás del mostrador. Le digo de forma muy tranquila que me devuelva mi dinero. El tio me dice que me vaya con la mano, como si fuera un perro. Me empiezo a calentar y a cagar en la China mandarina. Le digo que me acaba de robar 10HK$ y que no me pienso ir hasta que me los devuelva. El tipo escupe al suelo. Me caliento más y me acuerdo de buda. Me entran ganas de coger las cerezas y tirarlas al suelo. Me acuerdo de buda. Le digo: “OK. You are a thiever (ladrón). I will call the police”. El tipo sale corriendo del mostrador y me da los 10HK$. Pienso: pobre hombre. Espero que no venda nada en todo el día. HK me carga. Pienso que menos mal que estoy solamente un par de dias y que me sobra uno. Me vuelvo al hotel a descansar y reflexionar. Estoy pelín estresado.

Después de mi merecida siesta pienso que ésta es una gran ciudad y que hay que descubrirla. Recuperado mi buen rollo, decido lanzarme a la calle otra vez sin prejuicios. Pienso que el vendedor de cerezas es una excepción y que mi impresión de que los chinos son mal educados y pelín marranotes es solo un prejuicio.

Aquí la forma de conquistar China: el fútbol. La de puertas que abre....


Efectivamente, mi segunda incursión en la ciudad es mucho más placentera, agradable y distendida. Todo son ofrecimientos para que compres. Compro unas tonterías y se me ocurre mirar relojes. Sigo a uno de los cientos de miles de indios que te ofrecen relojes en HK. Me lleva a la 20 planta de un edificio, llama a la puerta, abre otro indio. Le pregunto en la calle antes de entrar que cuanto vale y se hace el indio y me dice sígueme. Total que me enseña el catálogo de relojes, me gustan un par de ellos. Le pregunto cuanto y me dice que … 300€!!! Yo le digo, quieres decir 30€, verdad. Y me dice que no. Empieza el regateo y yo le digo que mi máximo precio es 30€. El tio que intenta que suba a 150€. Y yo le digo que 30€. El muy poco agraciado empieza a decir que si estoy loco. Y yo le digo que para nada. Que el que está loco es él si piensa que por copias baratas de relojes caros voy a pagar ese precio. Que para ese precio me compro un original. Se genera mal rollo total y le digo que me largo, que no me interesa nada de lo que me pueda ofrecer. A partir de ahí el tipo me ignora, no me habla ni me mira más. Como si no existiese. Evidentemente esto no me crea ningún trauma. Pienso, pobrecito se merece estar donde está. Le doy las gracias de forma supereducada y le agradezco el tiempo invertido conmigo con un “Thank you very much for your time” en un tono ligeramente socarrón y sonrisa de medio lado.

La mala educación no solo es una mala película de Almodóvar, parece que también es una costumbre entre los habitantes de HK. Por lo menos de los dos que he conocido hasta el momento.

Aquí las figuritas manga de oro.



Sigo pensando que no le he cogido el punto a la ciudad y que no puede ser. Que hay que buscar nuevas y frescas sensaciones en HK. Que esto es solo mala suerte y que la ciudad está llena de misteriosos tesoros por descubrir. Me voy con mi ánimo renovado a Temple Street. Aquí me siento a cenar en un sitio encantador, servido por gente encantadora. Conozco a una pareja italiana sentado a mi lado. Y a una pareja de adorables ancianos australianos sentados a mi izquierda. Todo fluye, nos damos los teléfonos y nos vemos en Bcn y tal y tal. Mientras nos cae un chaparrón importante y nuestro amigo del 5º 1ª, el Sr. Monzón decide visitarnos para cenar. Es divertido ver como todo se moja mientras te zampas un estupendo pescado preparado con un poco de picante que le da un sabor estupendo. Empieza a gustarme HK. Empiezo a cogerle el gusto y pienso que debe haber una ciudad fantástica, llena de buena gente que yo no conozco para nada. La próxima vez hay que venir fuera de la época del monzón, informarme que hacer y donde ir, e intentar evitar la zona comercial que es como Andorra, pero ligeramente más grande. En vez de hablar en polaco, hablan en chino y tampoco se les entiende. Y en vez de estar lleno de portugueses, está lleno de chinos. Unos pocos más….

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