viernes, 5 de noviembre de 2010

SYDNEY

Sydney es como una mujer muy atractiva. Y algo casquivana. Y es normal que así sea. Porque Sydney no se entiende sin su bahía. La belleza de esta ciudad consiste precisamente en lo que la hace ‘hueca’, y no es ni más ni menos que la bahía interna que la configura. No creo que haya otra ciudad en el mundo donde los habitantes dispongan de tanta belleza al mirar a la bahía. Es realmente impresionante las vistas que se tienen de la ciudad. Desde el CBD (Central Business District) o también llamada The City, hasta el más remoto de los barrios de Manly. Todo es precioso.

Esto es lo que la vida te puede sorprender al coger un ferry hacia la playa de Manly:


Si miras el mapa de Sydney, te das cuenta que es una ciudad dispersa alrededor de un montón de mar. Y como dijo el gran Angel Gabilondo (catedrático de metafísica y actual ministro de Educación; recomiendo fervientemente sus escritos acerca de la condición humana), la esencia de un archipiélago consiste precisamente en lo que separa a las islas que lo componen: el mar. Sydney no es un archipiélago. Pero es una ciudad que existe y respira alrededor del mar. Y eso es lo que da sentido a Sydney, el mar que separa sus barrios. Y eso es lo que la hace hueca. O sea, que lo que da sentido a la ciudad, es precisamente lo que la hace maravillosa y ‘ligera de cascos’ a la vez.
Esta es la vista que tengo desde casa de mi amigo Philip en Potts Point.


Los de Sydney tienen un estilo de vida alegre y sin grandes problemas. Y es que se pasan el dia sumidos contemplando la belleza de su ciudad. Los de Sydney, cuando tienen que trabajar, ponen como condición previa el poder compartir la belleza de la ciudad, no sea que por trabajar se pierdan una sesión de surf en Bondi o Manly. O se deje ver en los lugares más chic de la ciudad, exhibiendo un perfecto bronceado y enseñando las formas de los musculitos que las olas le han obligado a moldear cual apolo/apola australiano. Las mujeres le siguen a la zaga.
Si sois de Melbourne y queréis quejaros de esta ciudad, solo hace falta que salgáis un sábado por la noche por King Cross o Oxford St. Hordas de mujeres vestidas con bastante mal gusto ( la TV americana ha hecho aquí estragos en la estética femenina ) y macarras luciendo carros tuneados llenan la ciudad de follón y mogollón bastante insoportable para uno de mi edad. No he visto en ninguna ciudad del mundo tanta agresividad, borrachera, y sensación de que cualquier situación se puede descontrolar fácilmente durante la noche.

Pero no voy a tirar de esta veta, porque pasa una vez a la noche a la semana. El resto de la semana puedes salir a sitios estupendos, tomar unas cervezas tranquilamente en infinidad de sitios maravillosos con vistas impagables.

He estado en el Opera House para ver La Sonnambula de Bellini. Fui con mi gran amigo Philip. Nos vestimos para la ocasión. Nada más llegar, una copa de Moët y salimos a la terraza a contemplar como la luna llena baña la estructura exterior. Y ves la vista a la bahia, el Harbour Bridge y las luces de los edificios reflejándose en el agua del mar y convergiendo justo en tu retina para que te enamores para siempre de Sydney. De la misma forma que te puedes enamorar de quien realmente no te quiere. Y sabes que no te conviene ese amor. Pero te da igual, porque sabes que esa belleza te subyuga y fascina precisamente porque es como es.



Y porque precisamente no te pertenece, es porque te gusta más. Así es la tragedia de los sentimientos de amor del ser humano. O sea, que te predispone perfectamente para ver una ópera lo más trágica y dolorosa posible. Que de eso se tratan las óperas. Una vez el champagne ( no saben que lo que es el cava ) te ha puesto en forma, el viento de la bahía te ha peinado la calva, y las miradas se intercambian, uno sabe que ha visto lo más bello que se puede ver esa noche, y está dispuesto a ver una ópera. La ópera en Sydney se desarrolla fuera del Opera House. Dentro solo se canta.

El Harbour Bridge


No es el monumento más conocido de Sydney, pero para mi compite con el Opera House en belleza y harmonía. Creo que el Opera House es la bella y el Harbour Bridge es la bestia. He visto el puente de la Bahía de San Francisco, que es fenomenal, pero creo que este puente le da un equilibrio y belleza a la ciudad únicos. Es una obra técnicamente perfecta y plásticamente precioso. Creo que me gusta más que el Opera House precisamente porque le da un punto de equilibrio a Sydney. Comparado con el Opera House con como el Ying y el Yang.

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